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¿Puede una novela gráfica emocionarte, atraparte, y a la vez decepcionarte? Sí. Tan extraña mezcla de sentimientos es lo que provoca ‘El escultor‘ de Scott McCloud (Planeta Cómic), la ficción más monumental (en todos los sentidos) del conocido autor de ‘Entender el cómic‘ y otros obras teóricas. La historia de David Smith, un artista que antepone su pulsión creativa a la vida, está diseñada milimétricamente para tocar la fibra sensible de los lectores. Lo logra, pero deja la sensación de que para este viaje no eran menester tantas alforjas.

El protagonista de esta historia es David Smith, un joven escultor sumido en plena crisis creativa. Último miembro de su familia con vida, David es un tipo lleno de obsesiones, entre las que está hacerse un nombre en el mundo del arte. El afán humano de ser recordado y perdurar a través del tiempo es intenso en él. Tanto como para que, cuando se le aparece la Muerte para ofrecerle un trato, se lo piense poco para aceptar. Su vida a cambio del don de poder esculpir cualquier cosa con sus manos. Sea todo por el arte (o más bien, por su idea de ser ‘alguien’). Total, nada le importa… Hasta que en su camino se cruza Meg, y el amor trastoca sus planes de eternidad.

Con estas cartas juega McCloud. Echar mano del mito de Fausto, aunque poco original, tiene pase. Sin embargo, el vicio del planteamiento no se redime a lo largo de la obra. Da la sensación de que los personajes no tienen vida propia, sino que son meros provocadores de emociones. Ocurre lo mismo con las situaciones, que en lugar de fluir, parecen alineadas estratégicamente para ir soltando, in crescendo, dosis de sentimentalismo. A esta percepción ayuda que muchas de las escenas, incluso enmarcadas en una «fantasía urbana», como la denominó Gerardo Vilches en Entrecómics, sean puro tópico.

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‘El escultor’ va, valga la redundancia, de un escultor. Las obras que crea el protagonista tienen, o deberían tener, especial importancia en la historia, ser parte de la misma.  Por eso, resulta chocante que las esculturas transmitan tan poco, incluso que el artista no tenga un estilo definido y que sus formas cambien en función de lo que exige el guión. En el aspecto gráfico, McCloud tira de su dibujo funcional y hace valer su condición de teórico de la historieta aplicando una amplia gama de recursos, sin caer en el mero lucimiento. En lo narrativo, destaca el acertado manejo del tiempo: la gran longitud de la obra permite a McCloud que el lector ‘note’ cómo los días y las horas se le escapan a David Smith.

‘El escultor’ es, a pesar de sus defectos, un cómic interesante. La historia atrapa y está bien contada. Si el lector se deja llevar, es un auténtico carrusel de emociones y sentimientos. Al fin, es una historia de vida y muerte, es imposible no sentirse tocado por algunas escenas, que se quedan grabadas en la retina. Y sin embargo… Quizás porque él propio McCloud confiesa que esta historia la ideó en su juventud, a uno se le queda la sensación de que es un tebeo correcto para un autor en sus primeros años de carrera, pero no para alguien con su trayectoria.